Pekín interpondrá una demanda ante la Organización Mundial del Comercio
El Gobierno de China expresó su firme oposición a la decisión de la Administración Trump de imponer aranceles del 10% sobre sus exportaciones, anunciando demandas y contramedidas en respuesta. Sin embargo, a pesar de la creciente tensión, Pekín mantiene abierta la opción de entablar conversaciones con Estados Unidos, en un esfuerzo por prevenir un conflicto que se agrava y que podría desestabilizar el entorno económico global.
Pekín ha dejado claro su categórico rechazo a las esperadas medidas tarifarias de Donald Trump, revelando su intención de presentar una queja legal ante la Organización Mundial del Comercio. Este paso, aunque simbólico, se complementa con la promesa de adoptar «contramedidas» que no han sido detalladas, en reacción a la entrada en vigor de dichas restricciones programada para el próximo martes.
Con todo, la interposición de una denuncia ante la OMC podría ofrecer a China una oportunidad para mejorar su imagen internacional, al abogar por un sistema comercial fundamentado en normas que ha sido defendido históricamente por las administraciones estadounidenses, independientemente de su adscripción política. Este movimiento se alinea además con acciones previas, como la impugnación de los gravámenes de hasta el 45% impuestos por la Unión Europea a los vehículos eléctricos de fabricación china.
El mecanismo de resolución de controversias de la OMC ha estado efectivamente paralizado desde 2019, cuando la administración Trump bloqueó el nombramiento de jueces para gestionar las apelaciones. Desde la era de Barack Obama, EEUU ha argumentado que el órgano de apelaciones de la OMC ha excedido sus atribuciones.
En las últimas semanas, la portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Mao Ning, ha reiterado que «no existen vencedores en un conflicto comercial”. Por otro lado, los funcionarios chinos han percibido con optimismo las señales de que Trump podría estar buscando una relación más equilibrada, especialmente tras la conversación sostenida con el líder chino Xi Jinping el mes pasado.
Trump ordenó el pasado sábado un incremento del 25% en los gravámenes a las importaciones de Canadá y México, así como del 10% sobre productos procedentes de China, justificando estas decisiones en la necesidad de que la potencia asiática detenga el flujo de fentanilo, un opioide peligroso hacia EEUU.
En este contexto, la retórica oficial china se tornó algo más incisiva, señalando que estas restricciones se imponen bajo el pretexto del fentanilo, un desafío que, según argumentan, Washington debería resolver internamente en lugar de amenazar a otras naciones. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores manifestó: «Es momento de que EEUU se examine y aborde su crisis del fentanilo de manera objetiva y racional», dejando entrever que la paciencia de Pekín tiene límites. El gobierno comunista destaca su estrecha colaboración con Washington en la lucha contra el narcotráfico, presentando resultados «notables» en este esfuerzo conjunto. Las autoridades chinas rechazan cualquier responsabilidad en la propagación de esta droga mortal, subrayando que los precursores químicos necesarios para su fabricación no son exclusivos de su territorio.
La respuesta cautelosa de China contrasta con la postura más beligerante adoptada por Canadá y México, aliados tradicionales de EEUU, quienes han reaccionado con contundencia. Por su parte, Pekín ha instado a Washington a rectificar su enfoque, sugiriendo un acercamiento que priorice el diálogo constructivo y la cooperación, en un marco de igualdad y respeto mutuo.
El nuevo capítulo en la saga de los aranceles de Trump promete impactar a una variedad de empresas, con sectores clave como el acero, el aluminio y la automoción enfrentando desafíos específicos. En términos generales, la agenda comercial del líder representa un retroceso en los principios de un comercio global sin barreras, basado en la cooperación y la previsibilidad.
Expertos advierten que las compañías con operaciones internacionales deberán prepararse para un aumento en los costos y posibles interrupciones en sus cadenas de suministro.
Con el fin de mitigar el impacto potencial de los nuevos aranceles, China ha estado trabajando en estrechar lazos con socios comerciales alternativos, impulsando la autosuficiencia tecnológica y asegurando financiamiento para sostener su economía.
El superávit comercial de China, que alcanzó casi un billón de dólares el año pasado, se ha convertido en un punto vulnerable para el país. Las exportaciones en sectores clave, como el automotriz, han crecido más en volumen que en valor, lo que sugiere que sus fabricantes están ofreciendo descuentos para aumentar sus ventas en el extranjero, ante la caída de la demanda interna. Analistas advierten que, en este contexto, Pekín podría buscar un acuerdo temprano con la administración Trump para suavizar las consecuencias de las políticas comerciales estadounidenses.
Fuente: La Razón