
Freddy González
El ataque a Berlín capital del Tercer Reich, refugio de Adolfo Hitler y sus más cercanos colaboradores en la cancillería, comenzó el 16 de abril de 1945, cuando los dos grandes ejércitos soviéticos comandados por el Mariscal Gueorgi Zhukov y el general Iván Konev confluyeron sobre la misma oblignado a los reductos del ejército alemán a rendirse al ejército Rojo el 2 de mayo del citado año.
El 9 de Mayo, se firmó la rendición definitiva e incondicional de las huestes hitlerianas, estampada por el mariscal Alemán Wilhelm Keitel y el mariscal Soviético Gueorgi Zhukov por los vencedores, lo que significaba el fin de segunda Guerra Mundial en toda Europa.
Pero la rendición de Alemania no significó el fin de la segunda Guerra Mundial.
La confrontación bélica seguía con mucha intensidad en el Pacífico donde las tropas angloamericanas, canadienses y australianas libraban contra las tropas Niponas una lucha encarnizada en todas las islas del Pacífico, China y todo el sureste asiático incluida Corea.
Era una lucha isla por Isla, cuerpo a cuerpo, con una crudeza que asombraba a occidente, que se enfrentaba a un Ejército compuesto por fanáticos Kamikaze y hombres para los cuales morir por su emperador era cuestión de honor.
A lo largo de los 6 años que duró la guerra en Europa, el ejército soviético no intervino en la guerra del pacifico, producto de un acuerdo de paz y no agresión con Japón tras finalizar la guerra Ruso Japonesa de 1939, acuerdo que se cumplió y que posibilitó que el Ejército Rojo movilizara hacia el escenario europeo un importante número de tropas acantonadas en la cercanía de Manchuria, cuidando la retaguardia por su frontera con China ocupada desde el 1937 por Japón.
En la conferencia de Yalta, en Crimea, en febrero de 1945 tanto Churchill como Roosevelt insistieron con Stalin para que se comprometiera a entrar en la Guerra contra Japón, cosa en la que el líder Soviético acepto siempre y cuando se terminará la Guerra en Europa que era el principal problema de la URSS.
El 12 de abril de 1945, a menos de un mes antes de finalizar la Guerra en Europa, falleció el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, dejando la continuación de Guerra sobre todo la librada contra Japón en manos del vicepresidente Harry Truman, un político sin las condiciones de su antecesor.
Antes de su muerte, Roosevelt había ordenado a un equipo de científicos, algunos de origen Alemán, la fabricación de una poderosa Bomba mediante la descomposición de átomos, que fuera capaz de arrasar con ciudades enteras y que atemorizara a sus enemigos.
Fue Truman, el que tuvo que decidir sobre el uso de esa terrorífica arma, y bajo el alegato de acortar la guerrera en el Pacífico y evitar a su país miles de muertos, ordenó su uso en dos ciudades japonesas que como se ha demostrado no eran objetivos militares.
El 6 de agosto, fue lanzada sobré la ciudad de Hiroshima, la primera Bomba Atómica que registra la historia humana, asolando dicha ciudad y causando la muerte en cuestiones de segundos, de más de 100 mil seres humanos, y provocando quemadura radioactiva a un alto número de la población que sobrevivió a ese holocausto.
No conforme con esa escena dantesca, tres (3) días más tarde, el 9 de agosto, volvieron a repetir el mismo genocidio contra la población civil de la ciudad de Nagasaki, causando la misma tragedia y un cuadro de dolor y muerte entre gentes inocentes e indefensas.
Ambas bombas, llevaron el luto y dolor al pueblo Japonés, pero también habían exacerbado el espíritu de combate en una parte importante de la población y la cúpula militar, que se negaba a la rendición, pese a las vacilaciones del emperador Hirohito.
Una parte importante de las tropas Japonesas, no habían sufrido los efectos de las bombas lanzadas en la isla, porque que estaban en Manchuria, y todo el sudeste asiático cuyo número se acercaba a más del millón de soldados, sin contar con los que combatían ferozmente en las demás islas del Pacífico.
Pero el 8 de agosto, cumpliendo su palabra empeñada en Yalta, el líder del pueblo Soviético y del Ejército Rojo, rompió las relaciones diplomáticas con Japón, y ordenó el ataque a Manchuria con un ejército comandado por el general Aleksandr Mijáilovich Vasilevski de más de millón y medio (1,577,000) de soldados, 80 divisiones del Ejército Rojo, 5.000 carros de combate de los cuales 3.700 eran T-34, una artillería pesada compuesta por 26.137 piezas y 1.852 de artillería ligera y unos 5.368 aviones, y la ayuda de la pequeña pero heroica Mongolia, que le sumó unos 16,000 soldados, lo que realmente comenzó a preocupar al alto mando japonés, que se negaba a rendirse pese al desastre causado por las Bombas.
El ejército Japonés, contaba en territorio chino con un ejército de 993,000 hombres, 5,360 artillería, 1,155 tanques, 1,800 aviones, 1,215 vehículo. Además de 1,000,000 de soldados del gobierno títere instalado en Manchuria y de 44,000 del gobierno pro-japonés de Mengjiang.
Se dice, que en los ejércitos occidentales, se consideraba que si un soldado se rendía era porque había hecho todo lo posible y no le había quedado otra salida. En Japón, debido a su tradición samurái y al bushido, su código ético, el concepto del honor estaba íntimamente ligado a morir luchando. Cualquier otra salida hacía caer al soldado en desgracia y le avergonzaba ante el resto de la sociedad. Antes que la rendición era preferible el suicidio. De ahí que los grupos militarista no estaban por rendirse, pese a las opiniones y llamado del emperador Hirohito.
Con la llegada de las tropas Soviéticas, la lucha contra el Japón se aceleró en todo el continente asiático. En China El Partido Comunista liderado por Mao Tse Tung, y las tropas de Chiang Kai-shek propinaban contundentes derrotas a las tropas Niponas, igual sucedía en Corea donde su líder Kim il Sung los expulsaron de su territorio.
El historiador estadounidense Richard B. Frank afirma que los japoneses se rindieron porque los estadounidenses lanzaron las bombas atómicas. Para otros como el también historiador estadounidense Samuel Waker, la rendición no se debió a ningún factor o evento único, sino a varios, incluido la intervención Soviética el 8 de agosto de 1945.
Contrario a esa versión, el historiador de origen Japonés nacionalizado estadounidense Tsuyoshi Hasegawa, afirma que los bombardeos atómicos, no eran la razón principal de la capitulación de Japón. Ya antes los Estados Unidos habían bombardeado a Tokio, Osaka, Yokohama entre otras ciudades, causando igual destrucción y muertes. Sostiene que los líderes de Japón fueron impactados más, por las rápidas y devastadoras victorias soviéticas una semana después de la declaración de guerra, hecha por Stalin del 8 de agosto; añadiendo que la estrategia japonesa se diseñó para protegerse de una invasión estadounidense desde el sur, y no esperaba una amenaza soviética del norte, lo que según Hasegawa, equivalía a una «quiebra estratégica» para los japoneses y los forzó a su mensaje de rendición el 15 de agosto de 1945.
Nuevamente la participación del ejército Rojo y los líderes Comunistas del Asia ocupada, jugaron un papel decisivo en la derrota y rendición del Japón que firmó su rendición definitiva el 2 de septiembre del 1945 a bordo del USS Missouri de EEUU y en la que participaron el ministro de relaciones exteriores Japonés Mamoru Shigemitsu «Por Orden y en nombre del Emperador», el General Yoshijirō Umezu, Jefe del Mando General Militar, «por orden y en nombre del Cuartel General Imperial Nipón» y el General del Ejército de Estados Unidos, Douglas MacArthur, Comandante del Pacífico Suroeste y jefe Supremo de las Potencias Aliadas».
Todo lo demás, fue un acto genocida contra una población indefensa, de la que sus autores, cargarán como un baldón infame que horroriza la humanidad, y por la que nunca habrá excusas posibles.