Chad es un país inmenso. Ocupa casi tres veces el tamaño de España. Una única carretera de apariencia interminable recorre el sur del país, de este a oeste, conectando la frontera camerunesa con Sudán. En el norte, una fuerte insurgencia, responsable de la muerte del anterior presidente (y padre del presidente actual), Idriss Déby, impide que la nación africana mantenga una situación estable desde 2016. En el sur, próxima al lago Chad, la insurgencia islámica provoca estragos en el país citado, pero también en Nigeria y Camerún. Chad es, en definitiva, un Estado enorme y de difícil gobierno.
Fueron precisamente terroristas del lago Chad, pertenecientes a Boko Haram, quienes ejecutaron el pasado 27 de octubre un demoledor ataque contra un cuartel chadiano. El resultado fueron 40 soldados chadianos asesinados, en uno de los golpes más mortíferos registrados en el país africano desde que Mahamat Déby asumió la presidencia en 2021. Pero, a diferencia de otros líderes mundiales, en Chad es tradición que el jefe de Estado lidere a sus tropas en el combate. Fue así como murió el padre del actual mandatario, en el combate, de manera similar a los reyes del pasado. Y Déby (hijo) no dudó en tomar el mando de sus tropas para ejecutar una operación de venganza contra Boko Haram, la operación Haskanita, que todavía hoy sigue en curso en la región del lago Chad.
La proximidad del área de operaciones con Nigeria vuelve los movimientos chadianos sumamente delicados. De hecho, la asociación de pescadores de Borno (estado nigeriano) denunció la semana pasada que varias decenas de pescadores habían sucumbido en territorio nigeriano tras un bombardeo indiscriminado de la fuerza aérea chadiana, información que desde Yamena calificaron de “fantasiosa”. Unos denunciaron el asesinato de pescadores; otros aseguraron que los objetivos eran yihadistas en cualquier caso. La fuerza aérea chadiana publicó incluso varias imágenes del bombardeo, situado en un punto inconcluso de la frontera que separa Chad y Nigeria, y los combates prosiguieron con su furia habitual. Este incidente, que pese a todo no ha llevado a que Bola Tinubu, presidente de Nigeria, profiera queja alguna contras las acciones de su homólogo chadiano, no deja de ser un ejemplo representativo para comprender que los sucesos que rodean al lago Chad no afectan únicamente a una nación, Chad, sino que participan de un tablero más extenso y que recoge varias naciones africanas que buscan estabilizar sus territorios pese a la permanente amenaza terrorista que las condiciona.
El radio de acción afecta a varias naciones; y, lo que podría ser más importante en el ámbito de las relaciones internacionales, la responsabilidad de lo que suceda en el lago Chad también recae sobre varias naciones. Este es un apunte importante para comprender las dinámicas de contrainsurgencia que actúan en el terreno. Es por eso por lo que existe la Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF por sus siglas en inglés), compuesta por fuerzas de Nigeria, Benín, Camerún, Chad y Níger. Fue creada con el fin de erradicar la insurgencia de Boko Haram y de otros grupos yihadistas en la región.
Nigeria, cuyo ejército es el más numeroso del continente africano; Benín, una nación de pequeño tamaño y escasos medios; Camerún, que hoy debe hacer frente al conflicto anglófono de Ambazonia en el oeste de su territorio; Chad, nación protagonista de este artículo; y Níger, país que vive actualmente profundos cambios políticos y estratégicos a raíz del golpe de Estado de 2023 y que debe combatir igualmente a otros grupos terroristas asentados en el Sahel.
La cooperación entre los ejércitos implicados es, en definitiva, fundamental para garantizar un éxito que lleva casi dos décadas resistiéndose a la fuerza conjunta. Una cooperación que Déby considera harto insuficiente y que ha propiciado un fuerte enfado por parte del mandamás chadiano. En un comunicado publicado el 3 de noviembre, indicaba que “esta fuerza creada con el objetivo de aunar esfuerzos e inteligencia parece caer en un letargo”. La “falta de unión de esfuerzos” que acusa la presidencia chadiana hace temer la posibilidad de que escojan salir de la fuerza conjunta, para ejecutar operaciones a nivel individual, siguiendo las palabras dichas recientemente por el propio Déby: “es hora de que el ejército se centre en proteger nuestro territorio”.
La frustración de los chadianos puede comprenderse. Tras el golpe de Estado de 2023, el nuevo gobierno nigerino se retiró de la coalición de forma temporal; recientemente, anunció su regreso al campo de operaciones sin que esta noticia se haya llevado todavía a un plano práctico. Por otro lado, Nigeria, país donde nace Boko Haram, se ha visto incapaz de contener la amenaza en su territorio desde hace quince años, mostrándose como un socio de fiabilidad dudosa a la hora de calificar el fruto de sus acciones. Por ejemplo, quienes atacaron el cuartel chadiano durante el pasado 27 de octubre procedían del territorio nigeriano y, sin embargo, no se ha percibido un esfuerzo significativo por parte de las autoridades en Abuya para colaborar con la ofensiva comandada por Mahamat Déby.
La falta de garantías regionales de las que dispone Chad en el ámbito de seguridad ofrecen nuevas oportunidades en el panorama geopolítico africano. Pese a que Francia ha sido un socio histórico en el plano militar para Yamena, persiste la inseguridad en el norte mientras se extienden las acciones de los yihadistas en el sur. Déby reconoce, inmerso en una frágil pugna de poderes en la capital (recordemos que hubo un conato de golpe de Estado en febrero de este año), que debe ofrecer resultados a sus conciudadanos más pronto que tarde. Su liderazgo en la operación Haskanita puede comprarle un tiempo precioso, pero no indefinido.
Una oportunidad dorada
¿Qué naciones pueden beneficiarse de provechosos acuerdos en materia de seguridad? Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, ha aumentado desde 2023 las ayudas destinadas a Chad para infraestructura y cuestiones humanitarias. Además, la potencia árabe supone un importe (y creciente) proveedor de armas en el continente africano.
Rusia también puede ser un nuevo socio que garantice las aspiraciones de defensa que persigue Déby. Desde Moscú han acumulado una importante experiencia relacionada con la lucha antiterrorista en el Sahel, gracias a sus asociaciones con las juntas militares de Mali, Burkina Faso y Níger. Y tampoco debe olvidarse que República Centroafricana comparte 1.500 kilómetros de frontera con Chad, que ha colaborado con Yamena en el pasado en operaciones militares y que se trata del bastión por excelencia del Grupo Wagner en el continente africano. De hecho, Déby y Vladimir Putin sostuvieron una reunión en Moscú durante el pasado mes de agosto, mientras se rumoreó en abril de este año la supuesta llegada de tropas rusas a la capital chadiana. En el marco de los rumores, también se ha especulado sobre la creciente proximidad entre la Chad y las juntas militares del Sahel, englobadas en la Alianza de Estados del Sahel, a la que Chad no pertenece… pero que podría pertenecer en un futuro no demasiado lejano.
En lo que respecta a la Unión Europea, la “balcanización” de las relaciones europeas con las naciones africanas vuelve difícil analizar las oportunidades que ofrece la situación de Chad a la UE en su conjunto. Sería más realista observar distintas naciones por separado, aunque tampoco debe olvidarse que la UE donó en 2023 más de 62 millones de euros destinados a ayuda humanitaria en Chad, y que existen acciones concretas por parte de las instituciones europeas. Aplicando la lupa, Budapest recibió al presidente chadiano en el pasado mes de septiembre, momento en que se reunió con Viktor Orbán para firmar nuevos acuerdos estratégicos en donde Hungría se comprometía a prestar entre 150 y 200 millones de euros a Chad, además de incentivar un donativo de 14 millones de euros por parte de la Unión Europea que se destinarán a gastos militares. Hungría se dispone también a enviar a una misión de entrenamiento a Chad, que debería haberse iniciado en 2023 pero que terminó por retrasarse debido a razones por aclarar. En el lado opuesto de la ecuación, Alemania tuvo que lamentar en agosto de 2024 la expulsión de su embajador en Chad por “faltar a las costumbres diplomáticas”, en un retroceso palpable en las relaciones entre ambos países.
¿Y España? España tendrá que esperar. Pero, si las informaciones de las que dispone este periodista son ciertas, próximamente habrá razones para celebrar en lo referente a las relaciones entre nuestro país y Chad. Habrá que tocar madera.
La determinación expresada por Mahamat Déby a la hora de aniquilar a la insurgencia yihadista del lago Chad supone en definitiva una oportunidad, no sólo para erradicar una rama de una amenaza global, sino también para potenciar la colaboración entre naciones dirigida con este fin. Y continúa hoy la vengativa operación Haskanita, cuyos resultados (esperanzadores) todavía están por comprobar.
Fuente LA RAZÓN