
La esposa del ex-president sufría alzhéimer desde el 2018 y estaba apartada de la vida pública
Marta Ferrusola Llados (Barcelona, 1935) esposa del que fuera president de la Generalitat entre 1980 y 2003, Jordi Pujol, ha muerto a los 89 años de edad.
La última imagen de Ferrusola la facilitó vía Facebook su hijo Oriol Pujol Ferrusola, que el 9 de junio colgó en la red social un post para felicitar al ex-president por su cumpleaños con una foto acompañado de su madre. “Padre, hoy haces 94 años y hace cuatro días celebrabais los 68 de casados con mamá. Qué gozo y qué alegría”, fue el mensaje de Oriol Pujol. Era la primera fotografía de la matriarca del clan Pujol desde el 2020.
Ferrusola padecía la enfermedad desde hacía seis años, pero el diagnóstico se hizo público en 2021 desde la Audiencia Nacional, cuando la forense corroboró que sufría un “deterioro cognitivo moderadamente grave”, después de que así lo acreditara la familia unos meses antes, por el que quedó apartada de la causa judicial que afecta a toda la familia. Pujol accedió ese verano a fotografiarse con su esposa en Queralbs durante un reportaje sobre uno de sus libros.

Ferrusola, madre de siete hijos –Jordi, Marta, Josep, Pere, Oriol, Mireia y Oleguer–, tuvo siempre proyección por la carrera política de su marido, al que respaldó en todo momento, también cuando pasó por la cárcel.
Se casó con el fundador de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), partido del que ella también era fundadora y fue militante activa, en Montserrat en junio de 1956. Así pues, ha estado casada con Pujol durante poco más de 68 años; su matrimonio lo oficiaron el sacerdote Pere Llumà así como el, a la sazón, abad del monasterio, Aureli Maria Escarré. Cuentan las crónicas que en aquella boda el futuro presidente de la Generalitat ya dijo que la patria pasaría por encima de su matrimonio.

En CDC, la mujer del ex-president fue encargada de la sectorial deportiva y en 1990 fundó junto a Núria Claverol, esposa del empresario Carles Sumarroca, la empresa Hidroplant, dedicada a la jardinería que tuvo clientes como el Fútbol Club Barcelona. Hidroplant, por ejemplo, renovó el césped del Camp Nou y cuando su marido era presidente, ella tenía su propia agenda de actos, a imagen de la figura de la primera dama de otros países.
Ferrusola conoció a Jordi Pujol a través de la hermana del ex-president, Maria, con la que iba a la Confraria de la Mare de Déu de Montserrat de la escuela Virtèlia, un centro fundado poco después de la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, al que acudían los hijos de las clase media-alta de la capital catalana. Es uno de los centros educativos que introdujo en su enseñanza, de marcado carácter religioso, dosis de catalanidad en los primeros años de la dictadura y también pasaron por sus aulas otros rostros reconocidos de la política catalana como el también ex-president Pasqual Maragall o Miquel Roca, que fue rival interno de Pujol en Convergència durante mucho tiempo, aunque estos últimos años se les ha visto juntos en público.

La familia Pujol ha vivido apartada del foco público político, en esta última década, en la que ha estado condenada al ostracismo tras las revelaciones del ex-president, en verano del 2014, sobre la herencia de su padre que tenía en un banco de Andorra. En los últimos años, después de la pandemia de la covid, el dirigente político ha regresado, de forma paulatina, a la actividad pública e incluso ha hecho campaña por Junts en las últimas elecciones al Parlament. En ese proceso de recuperar la proyección pública y política así como en los homenajes que ha tenido el ex-president en los últimos tres años, Ferrusola ha estado ausente debido a su enfermedad y han sido los hijos los que han acompañado al ex-president.

A Ferrusola se le atribuye una gran influencia en su marido, también en la política y en relaciones como la que tuvo con Lluís Prenafeta, por ejemplo, así como un fuerte carácter y profundas convicciones religiosas, lo que les llevó a asistir a la canonización del fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivà de Balaguer, al Vaticano.
D.E.P.
Fuente La Vanguardia