Por RAFAEL GALLEGO
La candidata de extrema izquierda Claudia Sheinbaum, heredera de Andrés Manuel López Obrador, será la nueva presidenta de México y primera mujer al frente de la República en su historia. Lo será con una holgada ventaja, superior a la que marcaban las últimas encuestas, superando el 58% del apoyo según los datos del Instituto Nacional Electoral (INE), frente al 28% que logró la aspirante de centroderecha, Xóchitl Gálvez.
Antes de que se oficializaran los resultados, Sheinbaum ya empezó a recibir las felicitaciones de la esfera chavista y kirchnerista por Hispanoamérica, a saber, de la propia Cristina Fernández (con quien se reunió esta misma noche), estando también presente Alberto Fernández), del delfín boliviano de Evo Morales, Luis Arce, de la presidenta chavista de Honduras Xiomara Castro, etcétera.
Estos resultados significan, además, que la extrema izquierda cuenta con la mayoría cualificada suficiente para emprender en solitario los cambios constitucionales que quieran en México.
En el año 2006, el populista de extrema izquierda Andrés Manuel López Obrador se presentó a las elecciones presidenciales en México. Aquellos fueron unos reñidísimos comicios cuyos resultados tardaron días en llegar. El conocido como AMLO convocó concurridas manifestaciones en el centro del Distrito Federal, en la Plaza del Zócalo, llamando a reivindicar para sí mismo una victoria que no fue tal, correspondió al candidato de centro-derecha Felipe Calderón. López Obrador nunca llegó a reconocer aquellos resultados, pero acabó, con el tiempo, por hacerse a un lado y esperar su momento, que llegó hace ahora seis años, en 2018. Para entonces había fundado su propio artefacto político, Morena, y aprovechó el hartazgo en México por una crisis social y la extrema inseguridad que lastra un, pese a todo, próspero país, para llegar al poder, prometiendo una revolución social y una lucha contra los cárteles que le darían la vuelta al país. El fracaso ha sido total, México sigue creciendo, pero la violencia golpea más fuerte que nunca. Sin embargo, los mexicanos han vuelto a confiar en su rama política para mantenerse al frente del país.
La sucesora de AMLO al frente de la Presidencia de México será Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de la historia en el país norteamericano. Física de estudios, y mujer del aparato del partido, señalada por muchos como una figura controlada por el propio López Obrador, que seguirá dirigiendo en la sombra, logró hacer buenos los pronósticos según los sondeos a pie de urna para confirmarse como heredera del poder.
Esta victoria certifica, en cualquier caso, la solidez y la vigencia del proyecto pretendidamente antisistema de López Obrador. Enfrente figuraba como única alternativa Xóchitl Gálvez, candidato de cierto consenso en la coalición, impensable hace algún tiempo, que habían formado el partido de centroderecha PAN, el centrista PRI, histórico poseedor del poder en México (el partido hegemónico), y el PRD, ese partido por el que el propio López Obrador se presentó en aquellas elecciones de 2006 y que ahora se unió a sus antiguos rivales.
Los resultados preliminares, publicados por el INE de México, señalaban ya desde el principio una clara victoria de Sheinbaum, superando el 57% de los votos, muy por delante de los apoyos recabados por Xóchitl Gálvez, que se quedó en algo más del 30%, confirmando así los datos apuntados por las numerosas encuestas a pie de urna publicadas por los periódicos mexicanos.
La empresa Televisión Azteca le había otorgado un 63.2 % de los votos a Sheinbaum, mientras que a Gálvez le apuntó 29.7 % y Álvarez Máynez, tercero en discordia, alcanzaba el 10.3 % de las preferencias.
La Plaza del Zócalo se convirtió en el epicentro de la fiesta de la celebración de la victoria de Sheinbaum, en un lugar, como contamos, icónico para el factótum del populismo de extrema izquierda en México, Andrés Manuel López Obrador.