
Vice Presidente JD Vance
Aceptar una paz injusta o arriesgarse a una escalada nuclear
En una entrevista con el activista conservador Charlie Kirk, el vicepresidente aseguró que la ayuda militar no iba a ayudar a Ucrania a ganar la guerra… pero sí podía llevar a Rusia a pensar en una escalada.
Donald Trump
El 21 de octubre de 2022, según el relato de los hechos que Bob Woodward hace en su libro War, el secretario de defensa estadounidense, Lloyd Austin, se puso en contacto telefónico con su homólogo ruso, Sergei Shoigú. Sus palabras fueron claras: “Sabemos que estáis contemplando el uso de armas nucleares tácticas en Ucrania”. En efecto, tanto Putin como su entorno habían dejado deslizar la posibilidad, pero, mientras todo el mundo se lo tomaba como una amenaza sin fundamento, en la Casa Blanca tenían información en otro sentido.
Rusia acababa de anexionarse unilateralmente las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón para poder sacudirse de encima el repaso que las tropas ucranianas le habían dado en Járkov y el norte del Dniéper pocas semanas antes. La sensación en el Kremlin era de urgencia y necesidad de salvar la cara. La “guerra de los tres días” llevaba por entonces siete meses y el prestigio ruso se iba al garete. Putin contemplaba un ataque que no dejara muchas víctimas, que no fuera dirigido a núcleos de población civil, pero que mandara un aviso: “Con una potencia nuclear, no se juega”.
De ahí que la otra gran potencia nuclear se pusiera de inmediato manos a la obra. Lo mismo que Austin le dijo a Shoigú en privado lo había repetido Biden en público, así como el entonces secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg: “Si lo hacéis, será la primera vez que se utilice un arma nuclear en tres cuartos de siglo y puede poner en marcha una serie de eventos que ni vosotros ni nosotros podremos controlar”. El aviso sirvió para que Putin desechara su idea criminal. Pero una idea de ese tipo siempre queda en la cabeza, a la espera de una oportunidad mejor.
JD Vance agita el espantajo nuclear
Eso cree al menos la actual administración Trump y eso era lo que le venía a decir el propio presidente a Zelenski durante la ominosa reunión del Despacho Oval, con aquello de “estás jugando con la III Guerra Mundial”. Eso, también, era lo que resonaba en las palabras de J.D. Vance de este lunes en su entrevista con el activista MAGA Charlie Kirk, uno de los jóvenes más influyentes en dicho movimiento y que lleva en el entorno de Trump desde la campaña republicana de 2015.
“Si esto continúa unos años más, podríamos ver cómo se derrumban sociedades, cómo mueren millones de personas más y correríamos el riesgo de escalar hacia una guerra nuclear”, afirmó el vicepresidente estadounidense después de descartar el posible triunfo de Ucrania en el conflicto: “Los medios establecidos mantienen esta idea extraña de que, si esto se alarga unos años más, los rusos se vendrán abajo, los ucranianos recuperarán su territorio y todo volverá a ser como era antes de la guerra. Esa no es la realidad en la que vivimos”.
En otras palabras, lo que viene a decir Vance es que hay dos opciones: parar ya la guerra o exponerse al holocausto. No se sabe si lo dice por algún tipo de información confidencial o si se limita a repetir las tesis del Kremlin, algo en lo que es especialista, pero está claro que dicha encrucijada está detrás de la presión que Washington lleva poniendo sobre Kiev desde la llegada de esta nueva administración a la Casa Blanca. Básicamente, porque, tal y como lo ven Trump y su equipo, la única manera de que la guerra acabe es que Ucrania se rinda con mayor o menor estrépito.
Zelenski no puede rendirse
Ese es el dilema que intentan transmitirle a Zelenski, pero, en esto, Zelenski tiene las manos atadas y, aparte, hace tiempo que es plenamente consciente de lo que Putin puede llegar a hacer. No hace falta insistirle en que Ucrania no va a recuperar sus fronteras de 2014 ni las de 2022. Lo sabe perfectamente. Otra cosa es hasta dónde puede ceder y, sobre todo, qué imagen de vulnerabilidad estaría dando ante Moscú. En otras palabras, Zelenski no está pensando en esta guerra ni en esta paz, sino en la siguiente. Y sabe que los términos de lo que se acuerde ahora importan mucho; el recuerdo de Minsk 2015 está demasiado presente.
Ahora bien, si la decisión es complicada para Estados Unidos, para Ucrania es aterradora. Todo el empeño en entrar en la OTAN tiene como objetivo ser parte del paraguas nuclear occidental. Precisamente, eso es lo que le ha impedido entrar antes: los estados miembros -y, ojo, no solo Estados Unidos y, desde luego, no solo Donald Trump- llevan dando largas a los distintos gobiernos ucranianos durante años porque saben lo que implica aceptar a Ucrania dentro de las dinámicas del artículo cinco de protección mutua.
Sin esas garantías, que Estados Unidos se niega una y otra vez a darle, Zelenski no puede presentarse ante su pueblo y decirles: “Habéis luchado durante tres años y medio, habéis aguantado la acometida rusa, habéis perdido a vuestros hijos y a vuestros hermanos, habéis sufrido los apagones, los bombardeos, la incertidumbre y el pánico… ahora, sin embargo, y pese a que Rusia no es capaz ni de entrar en Pokrovsk, es hora de rendirse”. Si Zelenski fuera un cobarde de ese tipo, habría huido de Kiev en las primeras horas de la invasión, cuando su cabeza tenía un precio muy alto. Es lo que esperaba Rusia. Es lo que hizo, a fin de cuentas, Al Asad, y lo que haría, sin lugar a dudas, el propio Putin.
Fuente EL ESPAÑOL