También rastrearon su nombre en un llamado «libro de la muerte» de personas que fallecieron en la prisión de Scheveningen.
La Haya, Holanda,AFP.-. Los restos de un desconocido encontrados después de la Segunda Guerra Mundial en una fosa común frente a una de las prisiones nazis más conocidas de Países Bajos fueron identificados casi 80 años después, anunció el sábado un grupo de investigadores.
Investigadores civiles y militares holandeses identificaron al hombre como Cornelis Pieter «Kees» Kreukniet, de unos 50 años, después de que una investigación localizara a un pariente vivo mediante una coincidencia de ADN.
«La víctima pudo finalmente ser identificada como Kees Kreukniet, fusilado por un pelotón fuera de la prisión de Scheveningen» a finales de 1944, dijo Ronald Klomp, presidente de una fundación con sede en La Haya que se dedica a buscar a personas desaparecidas en la guerra.
La búsqueda para identificar los restos de Kreukniet parece salida de un libro de detectives. La fundación de Klomp encontró el nombre de una tienda de ropa cerca de donde Kreukniet vivía hasta ser detenido en La Haya en 1944.
También rastrearon su nombre en un llamado «libro de la muerte» de personas que fallecieron en la prisión de Scheveningen.
«El libro daba como causa de la muerte una neumonía, pero nuestra investigación demostró que fue ejecutado por un pelotón y arrojado a una fosa común», dijo Klomp a la AFP.
A través de su ropa y registros dentales, una unidad del ejército holandés dedicada a la localización de restos de la Segunda Guerra Mundial, encontró a uno de sus parientes y realizó una prueba de ADN, que coincidió.
El hallazgo permitió reconstituir su historia. Durante la guerra, imprimía octavillas de resistencia en La Haya. Pero fue detenido cuando los documentos fueron accidentalmente entregados a una dirección equivocada. Quienes recibieron los papeles avisaron al servicio secreto nazi, según el medio NOS.
«Me alegro de saber por fin lo que le ocurrió a mi tío abuelo», dijo a NOS el pariente Joop Kreukniet, que donó el ADN.
«No es una historia positiva. Pero supone un cierto alivio saber lo que ocurrió allí», dijo Kreukniet.