
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva reponsabilidad de su autor
Por Becker Márquez Bautista
Amigo lector, subidos en el constante movimiento del tren de la vida, somos testigos de un fenómeno preocupante: cómo algunos pasajeros, en su afán por alcanzar ciertos destinos o por la comodidad de un asiento privilegiado, terminan por extraviar valiosas equipajes: la credibilidad, la coherencia y la imparcialidad.
La Credibilidad? ese intangible tesoro que se construye con acciones honestas y palabras veraces, se desvanece como humo cuando la conveniencia personal se antepone a la integridad. Promesas incumplidas, informaciones tergiversadas y una doble moral terminan por erosionar la confianza que otros depositaron en su palabra. En este viaje, la reputación, una vez manchada, se convierte en un pesado lastre difícil de remontar.
La Coherencia, ese hilo conductor que une nuestros principios con nuestras acciones, se rompe con facilidad ante los vientos cambiantes de la oportunidad. Defender una postura hoy y contradecirla mañana, justificar lo injustificable según el bando o el momento, revela una falta de convicción que desorienta y decepciona. La veleta que gira al son del interés pierde la firmeza que inspira respeto.
La Imparcialidad, ese delicado equilibrio que permite juzgar con ecuanimidad y objetividad, se tambalea peligrosamente en un entorno donde las influencias y los favores nublan el juicio. Otorgar ventajas indebidas, favorecer intereses particulares en detrimento del bien común, o aplicar la ley con diferente vara según el pedigrí, mina la base de la justicia y genera resentimiento. En este tren, la balanza torcida termina por desequilibrar la confianza en el sistema.
Es crucial recordar, en este viaje que compartimos, que la credibilidad, la coherencia y la imparcialidad no son vagones desechables. Son los pilares fundamentales sobre los que se construye la confianza, el respeto y la armonía en cualquier sociedad. Perderlos no solo afecta al individuo que los abandona, sino que debilita el tejido social en su conjunto.
En la compleja interacción entre los medios de comunicación, los periodistas y la credibilidad, esta última emerge como un pilar fundamental pero a la vez frágil. La confianza del público se deposita en la veracidad, la imparcialidad y la ética con la que los periodistas ejercen su labor y los medios difunden la información. Sin embargo, en un panorama mediático en constante evolución y ante la proliferación de información errónea, mantener y fortalecer esa credibilidad se convierte en un desafío constante y crucial para la salud de la democracia y la información.
Por ello, la invitación en este trayecto vital es a aferrarnos con firmeza a estos valores. A cultivar la honestidad en nuestras acciones, a mantener la línea de nuestros principios y a ejercer la justicia con ecuanimidad. Solo así podremos llegar a un destino donde la confianza sea la moneda común y la convivencia se base en el respeto mutuo.
En el tren de la vida, elijamos ser pasajeros que, al final del viaje, puedan mirar hacia atrás con la frente en alto, sabiendo que su equipaje de credibilidad, coherencia e imparcialidad permanece intacto.